El empleo del acero inoxidable en la cocina es una de las tendencias que siguen en boga en el sector del diseño y la decoración. Y no solo para entornos industriales como los restaurantes, sino también para ambientes domésticos. De hecho, se trata de un material con una excelente resistencia y un rendimiento estético particular, capaz de respetar los elevados estándares de calidad de las cocinas profesionales y, al mismo tiempo, adaptarse al calor de un hogar. Estos son los motivos por los que Arredo3 ha decidido incluirlo entre los materiales ideales para la encimera de la cocina.
¿Cuáles son las características del acero inoxidable?
El punto de partida para dar vida a la encimera es el acero inoxidable AISI 304, rico en cromo y níquel. Gracias a sus propiedades, resulta extremadamente resistente a la corrosión y altamente higiénico, ya que impide la proliferación de bacterias y otros microorganismos en su superficie. También es adecuado para el contacto directo con alimentos, incluso los más ácidos, y, si se limpia adecuadamente, mantiene sus características inalteradas a lo largo del tiempo.
La mejor manera de limpiar una encimera de acero es con un paño suave, preferiblemente de microfibra, humedecido con agua y detergente neutro. Para las manchas más difíciles, como la cal o los restos de grasa, también se puede utilizar vinagre o zumo de limón diluidos en agua tibia.
Desde un punto de vista estético, el acero inoxidable es capaz de conferir a toda la composición un efecto visual de gran impacto y adaptarse a cualquier estilo. Sobrio y brillante, destaca especialmente en combinación con accesorios de vidrio, gracias a los cuales expresa toda su luminosidad. El resultado es una cocina de fuerte personalidad gracias a una estética inimitable. Una cocina que se vuelve única también al poder elegir el acabado del acero —mate, satinado o vintage— según los gustos personales y los requisitos técnicos.
Un material 100 % ecológico
El acero es totalmente reciclable. Tiene un ciclo de vida potencialmente infinito, ya que, aunque se recicle varias veces, no pierde sus características originales. Es, por tanto, un material perfecto para la economía circular, factor clave para reducir las emisiones de CO2 y combatir el cambio climático.
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